....................................................................................................................POR: R.J.LOVERA DE-SOLA
Ana Teresa Torres nos sorprende en cada novela suya porque en cada caso nos ofrece una novela distinta, que exige otros parámetros de lectura. De la anterior Nocturama(Caracas: Alfadil,2006. 198 p.), una novela de la urbe perturbada por la violencia, pasamos ahora a su compleja novela policial La fascinación de la victima.(Caracas: Alfa, 2008. 368 p.) extensa narración, fascinante siempre, que si bien es una novela policíaca en todo momento porque en ella hay dos asesinatos y un policía que busca esclarecerlo, es también a la vez, simultáneamente, una novela psiquiátrica, una ficción de la Caracas de los cuarenta al unísono con la de hoy y además se desarrolla en ella una trama intelectual porque el que desata uno de los asesinatos es precisamente un novelista, Pablo Narval, seudónimo de José Eustaquio Cruz.
Sin duda Ana Teresa Torres nos sorprende en cada nueva novela suya porque en cada la autora de La fascinación…logra mostrarnos todo el amplio ámbito hacia el cual puede abrirse el género policial, casi sentimos que podríamos afirmar que Ana Teresa Torres nos dice que todo cabe en una novela policial, que su vientre es muy amplio.
Pero hay una novedad en La fascinación…el policía que exige este género no es en este caso el cálido miembro de un cuerpo policial, Boris Salcedo, personaje bellamente aboceteado por la autora desde su novela policial anterior, El corazón del otro(Caracas: Alfadil,2005.284 p.), sino la psiquiatra Elvira Madigan.
Y la psiquiatra como investigadora policial utiliza las dos grandes condiciones de aquellos en sus indagaciones: la suspicacia y la intuición. Y sabe siempre:”en una investigación no es bueno convencerse de nada, se deja uno encandilar por una solución y deja de ser otras cosas”(p.111)
Y es clave en una novela policial partir de lo que prácticamente debe ser su apotegma:”Es que en una investigación no es bueno convencerse de nada, se deja uno encandilar por una solución y deja de ver otras cosas”(p.111), como le indica Boris.
Como novela policial es sin duda verdad que al hacer la investigación el policía hecha “otra botella al mar”(p.129) en sus diversas indagaciones. Pero no siempre se logra, es lo más difícil, pese a la presencia aquí de la psiquiatra, que será el policía en esta ficción, “entrar en la oscuridad del alma”(p.362) del asesino, en los por qués de su acción. Es lo que dice Adriana ya al final, quien es quien propone la averiguación a su terapeuta,”Lo que descubrí fue, ¿cómo dijo antes?, la oscuridad del alma, la de mi padre, la de mi hija, y la mía”(p.363): ¿será así, es ello posible, nos preguntamos, se puede llegar siempre al meollo de todo o eso sólo es un imposible?
Adriana busca a Elvira, “No quiere una psicoterapeuta sino una psiquiatra criminalista”(p.116), “Paga por dos cosas, para saber más de sí misma y para saber más del asesinato de su hermana”(p.117) aquí está la complejidad de lo que se nos ofrece en La fascinación...
Mientras la trama que se va enredando desde que leemos: “Adriana…tendría que aceptar que nunca sabría por qué mataron a su hermana. Ni siquiera si quisieron matarla o si fue una equivocación”(p.43) hasta la verdad casi plena que vamos conociendo en la medida en que se desarrolla la narración. La verdad total nunca llega a nosotros, ni siquiera en los diversos pasos de la vida. A veces, como sugiere Elvira en su pasaje es mejor que esta no se conozca(p.282).
Así “la verdadera investigación es por qué Adriana necesita saber, sin caer en el lugar común de que todo agraviado quiere justicia. Adriana es mi objeto de investigación. Y si logro verla de esa manera haré de ella una verdadera paciente”(p.66) reflexiona Elvira Madigan. De allí su confesión “Doctora Madigan, comprenda mi situación. Quiero saber quien mató a mi hermana, quiero saber qué rezones pudo tener esa persona”(p.77). Por ello “De alguna manera me ha trasladado toda la angustia de la búsqueda, la frustración de no saber, de caminar en la oscuridad”(p.118), piensa Elvira.
Pero examinándolo todo Elvira se da cuenta que realidad busca una explicación más honda: el sucederse personal y emocional de aquella “otra persona que murió en el mismo acto, una joven llamada Sofía…La simultaneidad obliga a pensar que hay una relación entre ambas muertes”(p.136), la otra muerte es la del novelista Narval, otro hombre de vida sinuosa.
Novela de la decadencia se podría denominar a La fascinación… por la presencia de la agónica Adriana Budenbrook, su solo apellido ya nos habla del fin de una estirpe por su resonancia hondamente literaria, el clásico Los Buddenbrooks(1901) de Tomas Mann(1875-1955), con lo cual la autora, a través de lo intertextual, también rinde homenaje a su fervor por las letras alemanas las cuales siempre aparecen, al menos en los últimos tiempos, en sus ficciones. Pero también porque La fascinación… podría titularse también “Las Buddenbrooks” porque es la historia de Adriana y Sofía, madre e hija. Ambas parte de una familia considerada como “gente rara…siempre han sido gente rara”(p.125).
Y, claro, que el gran sustrato, casi el entretexto de La fascinación…,es el Macbeth(1605) de William Shakespeare(1564-1616), varias veces citado en la narración y evidente en uno de los crímenes, cometido con arma blanca, una daga(p.53) como en la tragedia del escritor de Stratford on Avon, el dramaturgo del teatro “El globo” londinense, fundado en 1599.
Ya hemos señalado que estamos ante una novela psiquiátrica, quizá esta sea la esencia más interesante de La fascinación…El policía, ya lo hemos anotado, es la psiquiatra. Pero al unísono ella trata médicamente a Adriana e intenta curarla(p.66-67) mientras investiga el por qué del asesinato de quien consideramos su hermana en el inicio de la novela, de la cual comprobamos, más adelante, que es su hija(p.116). Y no hay que soslayar al leer La fascinación… también la búsqueda casi impotente de Adriana cuyo padre abusó de ella, la embarazó y luego le arrebató la hija, la maternidad, al hacer pasar a la nieta, hija de Adriana, como suya. Así creció Sofía sin tener claras sus raíces y Adriana fue anímicamente derrotada, razón del hondo padecer que la lleva a hacer terapia.
Y cerca de Elvira siempre resuenan las palabras de su maestro en psicología, McLeod. En verdad investiga no sobre un asesinato sino sobre dos cometidos en la misma fecha, lugar y hora.
Y como novela psiquiátrica el sexo siempre está presente(p.73), de hecho es el desencadenante de las turbulencias que sufren sus dos protagonistas mujeres.
Hemos señalado que es novela psiquiátrica por el intento de recuperación de su hija Sofía que hace Adriana y por la inmensa forma en que está vulnerada por la violación que su padre Adrián le hizo, cosa que repitió con su nieta Sofía. Es un doble forzador y también asesino porque antes mató a su hija con una amante. O sea que Adrián, personaje maléfico si ha sido creado en nuestra novela en los tiempos recientes, hizo de su hija su amante, primera violación, cosa que repitió con su nieta, segundo estrupo.
Sofía es necesariamente objeto de la indagación psiquiátrico-policial que nos ofrece esta novela. Dice Adriana a la psiquiatra: “Sofía parecía encaminarse al perfil de la oveja negra. Alguien inconsistente con sus proyectos”(p.22). Y nos preguntamos: ¿podría ser de otra forma con aquellos antecedentes: identidad negada, se creía hija de quienes en verdad eran sus abuelos, más tarde fue violada por quien creía su papá quien en verdad era su abuelo?
Es por ello que otro testigo de la vida de Sofía va a decir: “La vi crecer, una muchacha muy complicada”(p.122). Y tan sensible, en medio de aquel laberinto, que llega a desear ser artista(p.123) e incluso a incursionar por las tablas, todo ello sin lograr nada porque sin duda lo que impera en ella son las desgarradoras preguntas existenciales. Y quizá son estas carencias, nos preguntamos, las que le llevaron a una tan intensa actividad sexual, cambiando constantemente de pareja. Hay quien la consideró promiscua(p.50) aunque un lector podría preguntarse sino no buscaba más bien en los roces de la piel, en el sabor del erotismo, compensaciones placenteras a sus dolores anímicos.
Y todo esto porque creció en medio del desorden del medio familiar. De allí lo que dice Xenia, su mejor amiga, una drogadicta, una paria como Sofía, a la psiquiatra: “¿La familia? No me hagas reír. ¡Qué familia! Sofia no tenía familia, salvo que te refieras a la bicha de la hermana. Era como yo, personas que han perdido a su familia, a su gran familia. El padre de Sofi era un tipo de plata, el mío también. Éramos hermanas, personas que nacimos en la familia equivocada. Además, ella decía que no era hija de sus padres. Quería saber su verdadero origen”(p.173). Esa búsqueda angustiosa es la esencia de la vida de Sofía, ello la lleva a tocarlo todo, casi siempre el mal y a la larga todo la lleva a convertirse en una asesina.
Y también su muerte va a ser una paradoja, inserta dentro de sus propias aventuras sexuales,“creo que quien mató a Sofía tenía una razón para hacerlo. Y necesariamente una razón personal. Y esa razón personal, cualquiera que haya sido, debe relacionarse con la vida de Sofía, con ella misma, de modo que sí, usted está en lo cierto cuando habla de los vericuetos de familia. Mi hermana entró en algún vericueto que la llevó a la muerte”(p.77) dice Adriana.
Y porque parte del laberinto en que se encontraba Sofía lo encontró expresado en “El hombre sin razones… la novela de Pablo Narval. ¿Qué era lo que había comentado? Algo sobre la identidad desrazonada”(p.145), obra en la que Sofía descubrió novelizada la historia de su familia, de su padre especialmente quien le había robado, era muy propio de él, una propiedad al novelista, quien de alguna forma se venga recogiendo los datos sobre aquel y contándolos en una novela en la cual Sofía se encuentra retratada, ¿por ello decidió matarlo y organizó el crimen?. Sin duda. En la novela de Narval quedaba expuesta y desnuda porque Narval, al llegar también a ser amante de ella en algún momento pudo penetrar en muchos detalles a la que una persona aguda puede comprender.
Y si hay una búsqueda también desesperada en esta seductora novela es la indagación angustiada de Sofía en busca de su verdadera raíz, ya que desde muy joven, si bien descubre que es hija a Adriana, la que creyó siempre su hermana, desea saber quien fue su progenitor. Este asunto, pleno de la psicología y del ser humano que requiere conocer su raíces, es también asunto que vemos reflejado en las páginas de La fascinación…una novela cuyo suceder se va enredando y retorciendo a lo largo de sus páginas hasta obligarnos a quedarnos pegados en nuestra butaca de leer con nuestros ojos sobre sus páginas hasta lograr llegar a su esencia, a su meollo.
La desesperación de Sofía, muchacha deshonrada por el padre, en verdad su abuelo, su búsqueda agónica también de su identidad porque no sabe quién fue su progenitor, su mismo desflorador, nos recuerda el también doloroso periplo que cumple otra muchacha violada en la tensa novela El daño.(Santiago: Alfaguara,1997. 230 p.) de la chilena Andrea Maturana(1969). Para nada estamos diciendo que El daño haya influido en La fascinación…sino que encontramos un paralelismo en las búsquedas de las dos muchachas, ambas violadas por el padre. También novela de lo femenino, es la homónima de la de la escritora austral, la escrita por el novelista mexicano Sealtiel Alatriste(1949) en la cual, bajo el mismo título de El daño.(Madrid: Espasa Calpe, 2000. 180 p.) nos quiso mostrar la historia de Franz Kafka(1883-1924) y su madre Julie Lowy, escribir “La carta a la madre” que el gran checo no escribió. También el praguense fue un ser lacerado, también por su incomprensivo padre.
Esta apelación a estas obras literarias las hacemos especialmente para mostrar como la literatura constituye una serie de vasos comunicantes entre los cuales las obras literarias se van interrelacionado unas con las otras. En este caso la novela de la Torres, las de la Maturano y la Alatriste por coincidir las dos primeras en la violación, la segunda en una madre, las tres en los universos de la feminidad que todo ser humano recibe.
Pedro el verdadero protagonista de La fascinación… es Adrián Budenbrook, padre de Adriana, abuelo de Sofía, porque aunque este muerto en el momento de transcurrir esta ficción son sus acciones las que desatan todo: su buena posición económica, su enfermo deseo de orden, el asesinato de la hija tenida con su amante, porque esa bebe rompía con el orden que él requería para vivir, para existir en la impostura por que es dentro de ella que él vive, después porque viola primero a la hija, es una violación así la hija no se oponga(p.297), y más tarde a la nieta quien cree que es su hija. Y aquí otra gravedad: Sofía cree que es hija de Adrián cuando es su nieta, así Adrián es a la vez su padre y abuelo y ella su supuesta hija, verdadera nieta y amante, toda una complejidad psicológica, un abismo, un laberinto para quien lo vive, quizá sin salida.
”Adrián, por el contrario, pensaba que, si uno amaba el orden y cultivaba el orden en las cosas, la belleza de la vida se desplegaba sola. Era si los hombres introducían actos y pensamientos caóticos cuando la vida se convertía en amargura y desolación para todos. Ordenar la vida era una tarea permanente, era más fácil dejar que las cosas ocurrieran de cualquier manera, pero después se lamentaban las consecuencias”(p.200): todo esto lo llevaba a ser el energúmeno psicológico que era, ¿o más bien el monstruo emocional, de los que eliminan a todos los que son diferentes a él?, a quien impone el orden que le agradaba al precio que fuera, aunque él rompiera con el supuesto orden que le gustaba, porque matar a su hija, seducir y poseer a la otra, Adriana, y violar a la supuesta otra hija, en verdad su nieta, era romper con el orden, con todo orden; también negarle la identidad a la nieta, a la que hizo pasar por su hija, es otra violación tan grave como la física: le niega su identidad, su pertenencia. Así Sofía fue “Una niña robada. Una niña despojada. O, mejor dicho, dos niñas despojadas”(p.260), dos porque Adriana también fue despojada de su maternidad al hacer pasar a su hija como hija de su mamá, Josefina Alfaro(p.226,252), quien a la larga será tan siniestra como el marido, al convertir, por obra de Adrián, a Sofía en hermana en Adriana,”si Sofía sabía que le fue ocultado su origen, su resentimiento contra el padre era grande; no era, en realidad, su padre. Eran unos abuelos impostores que le habían arrebatado a su madre para no perturbar el orden”(p.263). Y aquí esta otro hecho gravísimo: la siempre complicidad de la esposa de Adrián, madre de Adriana, quien ayuda a convertir la nieta en hija sin pensar en el daño que le hacía a su hija Adriana, sólo por complacer al tiránico marido. E incluso, podemos suponerlo por algunos pasajes, de alguna manera, Josefina sabía la verdad porque esas cosas no se pueden esconder, siempre emergen. Pero Josefina tapa la relación incestuosa que el marido lleva con su hija Adriana(p.300). Y en esto hay que tener en cuenta que Adrián lo que era en el fondo no era un hombre que deseaba existiera el orden del cual hablaba sino siempre hacer aquello que le satisfaciera a sus instintos: sexuales en el caso de la hija y nieta. El era “No solamente un abusador incestuoso, no, también un criminal, un filicida”(p.329).
Y delincuente también en los negocios como cuando por robó al novelista Narval, hecho que precipita los sucesos que vemos sucederse. Y es por ello que Sofía en su búsqueda desesperada por lograr conocer quien era su padre busca a Narval al darse cuenta que en una de sus novelas aparece Adrián y la historia de su familia porque el novelista “podía contarle muchas cosas de aquel hombre que le quitó la oportunidad de ser escritor, y que sólo recuperó porque un dios inefable quiso devolverle su destino”(p.343).
Es por esta razón que aquello que llamamos la novela psiquiátrica a nuestro entender es lo más hondo, decisivo que encontramos en La fascinación…
Hay una observación muy importante que leemos en las páginas finales de esta novela: “El orden es la belleza del mundo. Salvo que no puede imponerse…El quería el mundo como su voluntad y terminó siendo un asesino. Sofía era como él, quería que el desorden quedara oculto y fue capaz de matar por eso…la venganza no recupera el orden, introduce un nuevo desorden”(p.368) como se lee en la última página. Es por ello que Sofía organiza el asesinato del novelista que conoce la verdad del desorden de Adrián y por lo tanto la causa de sus hondos sufrimientos. Pero cae ella misma, en el mismo momento y lugar, pagando por otras de sus acciones. Pero quien la mata, con una daga, como en Macbeth de Shakespeare, también tenía razones para eliminar al novelista. Por ello son dos crímenes paralelos.
Y finalmente está el otro asesino, el que elimina a Sofía, tambien escritor, Tomás Orozco, a quien Narval a cuya familia Narval le había hecho daño y también él no había apoyarlo como creador. Es él también quien asesina a Sofía quien había sido su amante y cuyo matrimonio terminó por culpa de ella quien hizo conocer públicamente su relación con él.
Julio 24,2008
Ana Teresa Torres nos sorprende en cada novela suya porque en cada caso nos ofrece una novela distinta, que exige otros parámetros de lectura. De la anterior Nocturama(Caracas: Alfadil,2006. 198 p.), una novela de la urbe perturbada por la violencia, pasamos ahora a su compleja novela policial La fascinación de la victima.(Caracas: Alfa, 2008. 368 p.) extensa narración, fascinante siempre, que si bien es una novela policíaca en todo momento porque en ella hay dos asesinatos y un policía que busca esclarecerlo, es también a la vez, simultáneamente, una novela psiquiátrica, una ficción de la Caracas de los cuarenta al unísono con la de hoy y además se desarrolla en ella una trama intelectual porque el que desata uno de los asesinatos es precisamente un novelista, Pablo Narval, seudónimo de José Eustaquio Cruz.
Sin duda Ana Teresa Torres nos sorprende en cada nueva novela suya porque en cada la autora de La fascinación…logra mostrarnos todo el amplio ámbito hacia el cual puede abrirse el género policial, casi sentimos que podríamos afirmar que Ana Teresa Torres nos dice que todo cabe en una novela policial, que su vientre es muy amplio.
Pero hay una novedad en La fascinación…el policía que exige este género no es en este caso el cálido miembro de un cuerpo policial, Boris Salcedo, personaje bellamente aboceteado por la autora desde su novela policial anterior, El corazón del otro(Caracas: Alfadil,2005.284 p.), sino la psiquiatra Elvira Madigan.
Y la psiquiatra como investigadora policial utiliza las dos grandes condiciones de aquellos en sus indagaciones: la suspicacia y la intuición. Y sabe siempre:”en una investigación no es bueno convencerse de nada, se deja uno encandilar por una solución y deja de ser otras cosas”(p.111)
Y es clave en una novela policial partir de lo que prácticamente debe ser su apotegma:”Es que en una investigación no es bueno convencerse de nada, se deja uno encandilar por una solución y deja de ver otras cosas”(p.111), como le indica Boris.
Como novela policial es sin duda verdad que al hacer la investigación el policía hecha “otra botella al mar”(p.129) en sus diversas indagaciones. Pero no siempre se logra, es lo más difícil, pese a la presencia aquí de la psiquiatra, que será el policía en esta ficción, “entrar en la oscuridad del alma”(p.362) del asesino, en los por qués de su acción. Es lo que dice Adriana ya al final, quien es quien propone la averiguación a su terapeuta,”Lo que descubrí fue, ¿cómo dijo antes?, la oscuridad del alma, la de mi padre, la de mi hija, y la mía”(p.363): ¿será así, es ello posible, nos preguntamos, se puede llegar siempre al meollo de todo o eso sólo es un imposible?
Adriana busca a Elvira, “No quiere una psicoterapeuta sino una psiquiatra criminalista”(p.116), “Paga por dos cosas, para saber más de sí misma y para saber más del asesinato de su hermana”(p.117) aquí está la complejidad de lo que se nos ofrece en La fascinación...
Mientras la trama que se va enredando desde que leemos: “Adriana…tendría que aceptar que nunca sabría por qué mataron a su hermana. Ni siquiera si quisieron matarla o si fue una equivocación”(p.43) hasta la verdad casi plena que vamos conociendo en la medida en que se desarrolla la narración. La verdad total nunca llega a nosotros, ni siquiera en los diversos pasos de la vida. A veces, como sugiere Elvira en su pasaje es mejor que esta no se conozca(p.282).
Así “la verdadera investigación es por qué Adriana necesita saber, sin caer en el lugar común de que todo agraviado quiere justicia. Adriana es mi objeto de investigación. Y si logro verla de esa manera haré de ella una verdadera paciente”(p.66) reflexiona Elvira Madigan. De allí su confesión “Doctora Madigan, comprenda mi situación. Quiero saber quien mató a mi hermana, quiero saber qué rezones pudo tener esa persona”(p.77). Por ello “De alguna manera me ha trasladado toda la angustia de la búsqueda, la frustración de no saber, de caminar en la oscuridad”(p.118), piensa Elvira.
Pero examinándolo todo Elvira se da cuenta que realidad busca una explicación más honda: el sucederse personal y emocional de aquella “otra persona que murió en el mismo acto, una joven llamada Sofía…La simultaneidad obliga a pensar que hay una relación entre ambas muertes”(p.136), la otra muerte es la del novelista Narval, otro hombre de vida sinuosa.
Novela de la decadencia se podría denominar a La fascinación… por la presencia de la agónica Adriana Budenbrook, su solo apellido ya nos habla del fin de una estirpe por su resonancia hondamente literaria, el clásico Los Buddenbrooks(1901) de Tomas Mann(1875-1955), con lo cual la autora, a través de lo intertextual, también rinde homenaje a su fervor por las letras alemanas las cuales siempre aparecen, al menos en los últimos tiempos, en sus ficciones. Pero también porque La fascinación… podría titularse también “Las Buddenbrooks” porque es la historia de Adriana y Sofía, madre e hija. Ambas parte de una familia considerada como “gente rara…siempre han sido gente rara”(p.125).
Y, claro, que el gran sustrato, casi el entretexto de La fascinación…,es el Macbeth(1605) de William Shakespeare(1564-1616), varias veces citado en la narración y evidente en uno de los crímenes, cometido con arma blanca, una daga(p.53) como en la tragedia del escritor de Stratford on Avon, el dramaturgo del teatro “El globo” londinense, fundado en 1599.
Ya hemos señalado que estamos ante una novela psiquiátrica, quizá esta sea la esencia más interesante de La fascinación…El policía, ya lo hemos anotado, es la psiquiatra. Pero al unísono ella trata médicamente a Adriana e intenta curarla(p.66-67) mientras investiga el por qué del asesinato de quien consideramos su hermana en el inicio de la novela, de la cual comprobamos, más adelante, que es su hija(p.116). Y no hay que soslayar al leer La fascinación… también la búsqueda casi impotente de Adriana cuyo padre abusó de ella, la embarazó y luego le arrebató la hija, la maternidad, al hacer pasar a la nieta, hija de Adriana, como suya. Así creció Sofía sin tener claras sus raíces y Adriana fue anímicamente derrotada, razón del hondo padecer que la lleva a hacer terapia.
Y cerca de Elvira siempre resuenan las palabras de su maestro en psicología, McLeod. En verdad investiga no sobre un asesinato sino sobre dos cometidos en la misma fecha, lugar y hora.
Y como novela psiquiátrica el sexo siempre está presente(p.73), de hecho es el desencadenante de las turbulencias que sufren sus dos protagonistas mujeres.
Hemos señalado que es novela psiquiátrica por el intento de recuperación de su hija Sofía que hace Adriana y por la inmensa forma en que está vulnerada por la violación que su padre Adrián le hizo, cosa que repitió con su nieta Sofía. Es un doble forzador y también asesino porque antes mató a su hija con una amante. O sea que Adrián, personaje maléfico si ha sido creado en nuestra novela en los tiempos recientes, hizo de su hija su amante, primera violación, cosa que repitió con su nieta, segundo estrupo.
Sofía es necesariamente objeto de la indagación psiquiátrico-policial que nos ofrece esta novela. Dice Adriana a la psiquiatra: “Sofía parecía encaminarse al perfil de la oveja negra. Alguien inconsistente con sus proyectos”(p.22). Y nos preguntamos: ¿podría ser de otra forma con aquellos antecedentes: identidad negada, se creía hija de quienes en verdad eran sus abuelos, más tarde fue violada por quien creía su papá quien en verdad era su abuelo?
Es por ello que otro testigo de la vida de Sofía va a decir: “La vi crecer, una muchacha muy complicada”(p.122). Y tan sensible, en medio de aquel laberinto, que llega a desear ser artista(p.123) e incluso a incursionar por las tablas, todo ello sin lograr nada porque sin duda lo que impera en ella son las desgarradoras preguntas existenciales. Y quizá son estas carencias, nos preguntamos, las que le llevaron a una tan intensa actividad sexual, cambiando constantemente de pareja. Hay quien la consideró promiscua(p.50) aunque un lector podría preguntarse sino no buscaba más bien en los roces de la piel, en el sabor del erotismo, compensaciones placenteras a sus dolores anímicos.
Y todo esto porque creció en medio del desorden del medio familiar. De allí lo que dice Xenia, su mejor amiga, una drogadicta, una paria como Sofía, a la psiquiatra: “¿La familia? No me hagas reír. ¡Qué familia! Sofia no tenía familia, salvo que te refieras a la bicha de la hermana. Era como yo, personas que han perdido a su familia, a su gran familia. El padre de Sofi era un tipo de plata, el mío también. Éramos hermanas, personas que nacimos en la familia equivocada. Además, ella decía que no era hija de sus padres. Quería saber su verdadero origen”(p.173). Esa búsqueda angustiosa es la esencia de la vida de Sofía, ello la lleva a tocarlo todo, casi siempre el mal y a la larga todo la lleva a convertirse en una asesina.
Y también su muerte va a ser una paradoja, inserta dentro de sus propias aventuras sexuales,“creo que quien mató a Sofía tenía una razón para hacerlo. Y necesariamente una razón personal. Y esa razón personal, cualquiera que haya sido, debe relacionarse con la vida de Sofía, con ella misma, de modo que sí, usted está en lo cierto cuando habla de los vericuetos de familia. Mi hermana entró en algún vericueto que la llevó a la muerte”(p.77) dice Adriana.
Y porque parte del laberinto en que se encontraba Sofía lo encontró expresado en “El hombre sin razones… la novela de Pablo Narval. ¿Qué era lo que había comentado? Algo sobre la identidad desrazonada”(p.145), obra en la que Sofía descubrió novelizada la historia de su familia, de su padre especialmente quien le había robado, era muy propio de él, una propiedad al novelista, quien de alguna forma se venga recogiendo los datos sobre aquel y contándolos en una novela en la cual Sofía se encuentra retratada, ¿por ello decidió matarlo y organizó el crimen?. Sin duda. En la novela de Narval quedaba expuesta y desnuda porque Narval, al llegar también a ser amante de ella en algún momento pudo penetrar en muchos detalles a la que una persona aguda puede comprender.
Y si hay una búsqueda también desesperada en esta seductora novela es la indagación angustiada de Sofía en busca de su verdadera raíz, ya que desde muy joven, si bien descubre que es hija a Adriana, la que creyó siempre su hermana, desea saber quien fue su progenitor. Este asunto, pleno de la psicología y del ser humano que requiere conocer su raíces, es también asunto que vemos reflejado en las páginas de La fascinación…una novela cuyo suceder se va enredando y retorciendo a lo largo de sus páginas hasta obligarnos a quedarnos pegados en nuestra butaca de leer con nuestros ojos sobre sus páginas hasta lograr llegar a su esencia, a su meollo.
La desesperación de Sofía, muchacha deshonrada por el padre, en verdad su abuelo, su búsqueda agónica también de su identidad porque no sabe quién fue su progenitor, su mismo desflorador, nos recuerda el también doloroso periplo que cumple otra muchacha violada en la tensa novela El daño.(Santiago: Alfaguara,1997. 230 p.) de la chilena Andrea Maturana(1969). Para nada estamos diciendo que El daño haya influido en La fascinación…sino que encontramos un paralelismo en las búsquedas de las dos muchachas, ambas violadas por el padre. También novela de lo femenino, es la homónima de la de la escritora austral, la escrita por el novelista mexicano Sealtiel Alatriste(1949) en la cual, bajo el mismo título de El daño.(Madrid: Espasa Calpe, 2000. 180 p.) nos quiso mostrar la historia de Franz Kafka(1883-1924) y su madre Julie Lowy, escribir “La carta a la madre” que el gran checo no escribió. También el praguense fue un ser lacerado, también por su incomprensivo padre.
Esta apelación a estas obras literarias las hacemos especialmente para mostrar como la literatura constituye una serie de vasos comunicantes entre los cuales las obras literarias se van interrelacionado unas con las otras. En este caso la novela de la Torres, las de la Maturano y la Alatriste por coincidir las dos primeras en la violación, la segunda en una madre, las tres en los universos de la feminidad que todo ser humano recibe.
Pedro el verdadero protagonista de La fascinación… es Adrián Budenbrook, padre de Adriana, abuelo de Sofía, porque aunque este muerto en el momento de transcurrir esta ficción son sus acciones las que desatan todo: su buena posición económica, su enfermo deseo de orden, el asesinato de la hija tenida con su amante, porque esa bebe rompía con el orden que él requería para vivir, para existir en la impostura por que es dentro de ella que él vive, después porque viola primero a la hija, es una violación así la hija no se oponga(p.297), y más tarde a la nieta quien cree que es su hija. Y aquí otra gravedad: Sofía cree que es hija de Adrián cuando es su nieta, así Adrián es a la vez su padre y abuelo y ella su supuesta hija, verdadera nieta y amante, toda una complejidad psicológica, un abismo, un laberinto para quien lo vive, quizá sin salida.
”Adrián, por el contrario, pensaba que, si uno amaba el orden y cultivaba el orden en las cosas, la belleza de la vida se desplegaba sola. Era si los hombres introducían actos y pensamientos caóticos cuando la vida se convertía en amargura y desolación para todos. Ordenar la vida era una tarea permanente, era más fácil dejar que las cosas ocurrieran de cualquier manera, pero después se lamentaban las consecuencias”(p.200): todo esto lo llevaba a ser el energúmeno psicológico que era, ¿o más bien el monstruo emocional, de los que eliminan a todos los que son diferentes a él?, a quien impone el orden que le agradaba al precio que fuera, aunque él rompiera con el supuesto orden que le gustaba, porque matar a su hija, seducir y poseer a la otra, Adriana, y violar a la supuesta otra hija, en verdad su nieta, era romper con el orden, con todo orden; también negarle la identidad a la nieta, a la que hizo pasar por su hija, es otra violación tan grave como la física: le niega su identidad, su pertenencia. Así Sofía fue “Una niña robada. Una niña despojada. O, mejor dicho, dos niñas despojadas”(p.260), dos porque Adriana también fue despojada de su maternidad al hacer pasar a su hija como hija de su mamá, Josefina Alfaro(p.226,252), quien a la larga será tan siniestra como el marido, al convertir, por obra de Adrián, a Sofía en hermana en Adriana,”si Sofía sabía que le fue ocultado su origen, su resentimiento contra el padre era grande; no era, en realidad, su padre. Eran unos abuelos impostores que le habían arrebatado a su madre para no perturbar el orden”(p.263). Y aquí esta otro hecho gravísimo: la siempre complicidad de la esposa de Adrián, madre de Adriana, quien ayuda a convertir la nieta en hija sin pensar en el daño que le hacía a su hija Adriana, sólo por complacer al tiránico marido. E incluso, podemos suponerlo por algunos pasajes, de alguna manera, Josefina sabía la verdad porque esas cosas no se pueden esconder, siempre emergen. Pero Josefina tapa la relación incestuosa que el marido lleva con su hija Adriana(p.300). Y en esto hay que tener en cuenta que Adrián lo que era en el fondo no era un hombre que deseaba existiera el orden del cual hablaba sino siempre hacer aquello que le satisfaciera a sus instintos: sexuales en el caso de la hija y nieta. El era “No solamente un abusador incestuoso, no, también un criminal, un filicida”(p.329).
Y delincuente también en los negocios como cuando por robó al novelista Narval, hecho que precipita los sucesos que vemos sucederse. Y es por ello que Sofía en su búsqueda desesperada por lograr conocer quien era su padre busca a Narval al darse cuenta que en una de sus novelas aparece Adrián y la historia de su familia porque el novelista “podía contarle muchas cosas de aquel hombre que le quitó la oportunidad de ser escritor, y que sólo recuperó porque un dios inefable quiso devolverle su destino”(p.343).
Es por esta razón que aquello que llamamos la novela psiquiátrica a nuestro entender es lo más hondo, decisivo que encontramos en La fascinación…
Hay una observación muy importante que leemos en las páginas finales de esta novela: “El orden es la belleza del mundo. Salvo que no puede imponerse…El quería el mundo como su voluntad y terminó siendo un asesino. Sofía era como él, quería que el desorden quedara oculto y fue capaz de matar por eso…la venganza no recupera el orden, introduce un nuevo desorden”(p.368) como se lee en la última página. Es por ello que Sofía organiza el asesinato del novelista que conoce la verdad del desorden de Adrián y por lo tanto la causa de sus hondos sufrimientos. Pero cae ella misma, en el mismo momento y lugar, pagando por otras de sus acciones. Pero quien la mata, con una daga, como en Macbeth de Shakespeare, también tenía razones para eliminar al novelista. Por ello son dos crímenes paralelos.
Y finalmente está el otro asesino, el que elimina a Sofía, tambien escritor, Tomás Orozco, a quien Narval a cuya familia Narval le había hecho daño y también él no había apoyarlo como creador. Es él también quien asesina a Sofía quien había sido su amante y cuyo matrimonio terminó por culpa de ella quien hizo conocer públicamente su relación con él.
Julio 24,2008